En memoria de Wenceslao Maya Vázquez, policía nacional asesinado por ETA

Esta es una parte de mi historia un día que te deja huella para los restos y que año tras año recuerdas.

27 de Septiembre de 1987, norte de España, amaneció un día gris. Una joven mujer se levanto feliz ilusionada y se dispuso a dar de desayunar a su bebé una preciosa niña de apenas unos meses y tocándose su vientre con ilusión en 7 meses volvería a ser madre, hoy hacía su segundo mes de gestación y esperaba ansiosa al nuevo retoño, el motivo de su felicidad no era otro que el de por fin tras muchos días volver a ver a su marido, a su Poli, que estaba de «salida» en San Sebastián.

Tenía que darse prisa en poner todo en orden, arreglar a su niña y ponerse guapa ella misma, eran muchos días sin ver a su marido y quería un reencuentro perfecto. Sobre las 10:30 de la mañana el timbre del teléfono la sobresalto: ‘uff qué raro ¿seré que ha llegado antes de lo previsto? ‘-!!Buenos días mis amores!!’ la frase que su marido utilizaba a modo de saludo, vamos a tener que esperar un poco más para ir a casa, estos cabestros quieren fiesta y tenemos que acudir a una manifa, pero estate tranquila que el capitán ha dicho que en cuanto termine salimos para «base» esta tarde sin falta nos veremos, cuídate y cuida de mis pequeñas. En aquellos momentos sentí una punzada hiriente un mal presentimiento, algo que aún hoy no me puedo explicar, pero que siempre supe lo que era…¡¡miedo!!.

Como pude acabé con mis tareas y me dispuse a salir a la calle con mi pequeña para ir a comer a casa de mi familia, pues tenía la gran suerte de tenerlos cerca, no como otras compañeras que las tenían a cientos de KM. Al pasar junto a la iglesia de una manera instintiva me lleve la mano al corazón y pedí que mis miedos fueran un espejismo que Dios y mis Santos Ángeles custodios me permitieran volver a tener en casa a mi marido, ¿cómo? Me daba igual pero en casa con nosotras. Mi estómago estaba cerrado al alimento, por lo que la comida fue más bien escasa y la conversación con mi familia llena de disimulos para que no notaran ni mi desazón ni mi miedo, solo quería irme a descansar con mi bebé, cosa que hice sobre las tres y media de la tarde, momento en el que sonó el teléfono, y yo no pude menos que desfallecer sobre mi pequeña hija, sabía lo que esa llamada significaba.

Hoy muchos años después sigo dando todos los días gracias a Dios y a nuestros Ángeles Custodios, mi esposo volvió a casa maltrecho, dolorido y con una profunda pena que aún hoy en día no hemos sido capaces de superar. Dejo en el camino a un compañero. A un buen hombre, esposo, padre, que no tuvo la mala suerte de en esos momentos pasar por el lugar equivocado en el momento equivocado, ese día su destino estaba escrito, los cabestros lo habían anunciado en la manifa por la mañana, ‘hoy alguno de vosotros no volverá a casa’, y así fue.

Esta es parte de mi historia la de una mujer que siente miedo, pena y desasosiego pero como buena esposa de un Policía Nacional, o un Guardia Civil, jamás se lo demuestra a su marido, hay que tirar para adelante y ser valientes por ellos, por nuestros hijos, y por todos los compañeros que estos malditos de ETA nos han dejado en el camino. Jamás olvidaré ni perdonaré, y siempre durante todos los días de mi vida tendré en mi memoria a las víctimas, muertos y heridos, a los que nunca jamás la sociedad les agradecerá suficiente su sacrificio y entrega.

Hoy va por ti mi oración Wenceslao Maya Vázquez, miembro de la 11 C.R,G. de la Policía Nacional con base en Miranda del Ebro.

Gracias a todos los miembros del grupo por permitir que hoy sea ese día especial que solo los que hemos sufrido y padecido muy de cerca el terrorismo podemos comprender.

María Cristina.
Secretaria Nacional Unidad Familiar Guardia Civil.

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